Una vocación
grabada a fuego...
En el momento menos pensado
En este compartir del trabajo, se me había
solicitado la reconstrucción de un relato más
cercano posible a las acciones de Bomberos y esto
se dio circunstancialmente estando yo esperando una
persona fuera del cuartel. Esa tarde se desarrollaba
tranquila, a cada uno se lo veía abocado en
su tarea.
De pronto la alarma interna, algo similar a una chicharra
sonó, todos abandonaron lo que hacían
y se fueron a “cambiar” . Por el altavoz
el cuartelero anunciaba “incendio de casa de
familia”. El chofer encargado de salir con el
móvil preguntó “dónde es”
y al pié del camión sus bomberos formados
esperando que el más antiguo decida quiénes
salen.
El más antiguo de ellos se sienta junto al
chofer y “arma la dotación” es
decir asigna a cada uno el rol que va a desempeñar.
“No sabemos si hay gente atrapada porque llamaron
los vecinos, así que atentos”. El 1 es
quien se desempeña como “pitonero”,
el que sostiene la manga y ataca al fuego; el 2 lo
secunda y es el que direcciona la manga y protege
y acompaña los movimientos de su compañero;
el 3 es el “electricista” encargado de
cortar la luz y el gas. Este es el único rol
que puede ser declinado sin ninguna vergüenza
“porque a la electricidad muchos le tienen su
temor”. El 4 registra los datos del “siniestro”
y va alcanzando el material a usar.
En el trayecto uno sólo imagina el “ulular
de la sirena” y la bocina “que estremece”
y algunas conversaciones típicas acerca de
lo que harán después, así en
esos diálogos sienten el efecto de no ir pensando
en la muerte.
Al “arribo de la dotación” y al
ver el escenario el encargado “modula”,
avisa por radio al cuartel central qué es lo
que ve, a eso se lo llama “panorama”,
en este caso se anunció un “panorama
3, se visualiza desprendimiento de llamas y humo sin
peligro de propagación”.
Comienza ahí un despliegue de movimientos altamente
coordinados y plagado de códigos de los cuales
quien no es bombero jamás alcanza a entender.
El “pitonero” despliega una “línea
de 38” (milímetros), esta es la manga
adecuada según lo que observan para “atacar”
el fuego.
Alrededor vecinos, curiosos y un patrullero. Nadie
sabe si hay gente adentro. Ellos “atacan”
el fuego seguros ya de que el tercero les había
cortado la luz.
El encargado de la “dotación” se
acerca luego y comenta que “fue un chico que
estaba jugando y agarró el fuego enseguida”
y dice que “es típico”.
Ellos se mueven tanto en la intervención como
a su regreso tan coordinadamente como habían
contado al explicar que “si falla uno, fallan
todos”.
El fuego se fue apagando, “el humo en los primeros
momentos dificulta la visión”, pero cuando
se despeja queda expuesto el horror, “no quedaba,
prácticamente casa: agarra como papel”,
explica uno de ellos. Una hora y media habían
tardado en mitigar eso que se llama fuego y que cuando
uno lo mira, ve todas las formas que adopta y dibuja
y entiende por qué para ellos es algo tan vivo
.
Entraron a ver que no hubiese nadie en medio de los
restos que ardían, “gracias a Dios es
sólo la casa” comenta uno y “modula”
al cuartel central para avisar que está “extinguido”.
Quien desempeña el rol de 4 había tomado
todos los datos, el resto retornaba cada uno de los
elementos al camión, el encargado trataba de
consolar a la señora, “esto es lo más
difícil de todo –decía luego-
no podes decirles nada porque se quedaron en minutos
sin nada y volver a empezar es terrible”.
Con “todo bajo control” suben al móvil
y comienzan el retorno “53/16 para comando extinguido,
la unidad toma datos, recoge materiales y emprende
el regreso” . Eso quiere decir que están
todos bien y a salvo.
En las primeras cuadras “suele haber silencio”
y caras serias, cansados, traspirados, cubiertos de
hollín. De a poco retoman el habla “che!
Siempre igual, no aprende la gente”. No mucho
más cuentan que se dijo, parece que el silencio
es necesario para hacer la transición del caos
del que retornan.
Al llegar, todos se forman al pié del camión,
el encargado pregunta “¿alguna novedad?”,
responden “no señor” y tras esa
respuesta todos se pusieron a limpiar los materiales,
el camión y a reabastecerlo. No importa el
cansancio, ni las horas que pasen en una intervención,
limpian el móvil hasta sacarle el último
vestigio del caos antes de ingresarlo pulcro y limpio
a ese axis mundi que es el cuartel.
Después de eso que se cumple ritualmente entran,
se cambian, secan los equipos, toman unos mates y
retornan a las actividades internas con una naturalidad
que reafirma que esa cosmización es efectiva.
Vuelven los movimientos naturales.
El encargado realiza “el parte” donde
detalla las acciones con naturalidad. Yo al contrario
que ellos no pude articular muchas palabras porque
ese mundo en el que estaba de visita no es mi mundo
y esa sacralización del espacio y del tiempo
que ellos han construido no me permite a mí
retornar del caos. Si bien para ellos había
sido una salida de rutina.
Como observante estaba impresionada de la pasión
con la que hacen su trabajo, de la coordinación
y la seguridad que crean entre ellos, había
logrado entender cómo lo que habían
contado y callado tomaba real sentido. Pensé
cuántas veces ellos salen y nosotros sus familias
ni sabemos que han salido.
Volví a mi casa, buscando que en mi cosmos
se acomodara el temor. Cuando los dejé me fui
pensando en el poema de Hamlet Lima Quintana, porque
me fui sabiendo que “hay gente que es así,
tan necesaria”.